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La cocina es el corazón del hogar y de la familia. No sólo se cocina, también se reúne, es un lugar de encuentro y de compartir. A menudo es la única habitación donde la familia se reúne de verdad, entre un desayuno rápido y una sabrosa cena. La iluminación de la cocina no sólo debe responder a necesidades prácticas, sino también crear un ambiente cálido y relajante.
Iluminación por zonas: la luz sigue a la función
Cada rincón de la cocina tiene una función distinta y, por eso, necesita un tipo de luz a medida.
En la zona de trabajo, donde se encuentran la placa, el fregadero y las superficies de preparación, la luz debe ser directa e intensa para garantizar la seguridad y la precisión en gestos cotidianos como cortar, cocinar o limpiar. En este contexto, soluciones como los perfiles LED bajo los muebles altos o los focos orientables proporcionan una iluminación eficaz, evitando las molestas sombras.
Pasando a la zona de comedor, la mesa se convierte en el centro de la convivencia. La iluminación ideal para esta zona es cálida y difusa, capaz de crear un ambiente agradable y relajado. Un colgante bien colocado encima de la mesa, con intensidad regulable, puede transformar por completo la percepción de la estancia, haciéndola más íntima y acogedora.
Los espacios de transición, como la zona entre muebles o la que rodea una isla central, también merecen atención. Aquí es importante garantizar una luz uniforme y bien distribuida, que acompañe el movimiento sin crear zonas de sombra. Un sistema de iluminación de techo o luces integradas en los muebles son una solución funcional, pero también elegante.
Pero, además de la funcionalidad, el estilo también es muy importante. La luz en la cocina puede convertirse en un elemento decorativo que ayude a definir la identidad de la estancia. Las tiras de LED instaladas encima de los muebles altos o debajo de las bases de los armarios crean un efecto de profundidad, mientras que la iluminación de acento en estanterías o detalles arquitectónicos añade un toque personal. En algunas cocinas, las luces de colores o inteligentes ofrecen la posibilidad de cambiar el ambiente con un simple gesto.
Equilibrio entre luces y sombras
Un diseño de iluminación adecuado no consiste sólo en iluminar las distintas estancias, sino también en realzar las sombras. La sombra no siempre es un problema que haya que eliminar: es parte integrante del espacio, un elemento que crea profundidad, da ritmo visual y resalta materiales y volúmenes. Una cocina uniformemente iluminada corre el riesgo de parecer plana e impersonal, mientras que la alternancia de zonas claras y más suaves crea un ambiente dinámico y acogedor. Las superficies texturadas, como la madera, la piedra o el gres, adquieren tridimensionalidad cuando se iluminan adecuadamente, generando sutiles contrastes. Así como la encimera debe ser claramente visible, otras zonas como una estantería, un rincón de desayuno o una alcoba pueden tener un tipo de iluminación más suave que añada ambiente.
Desde un punto de vista funcional y psicológico, la presencia de sombras también desempeña un papel importante. Ayuda a definir las funciones del espacio, sugiriendo distintos comportamientos: la luz intensa invita a la acción, mientras que la luz suave invita a la calma y la conversación. En cocinas abiertas o conectadas con el salón, esta alternancia de luz ayuda a distinguir visualmente las distintas zonas. Para lograr este equilibrio, es esencial elegir luminarias con haces orientables, intensidad regulable y temperaturas de color homogéneas. La luz debe realzar el espacio y no ser invasiva. Es precisamente en el juego entre luces y sombras donde la cocina cobra vida, convirtiéndose en un espacio acogedor, apto tanto para las actividades cotidianas como para los momentos de convivencia.